En nuestra travesía hacia la tierra prometida vamos encontrando momentos de alegría y también momentos de dificultad, pero en todo momento contamos con tu amor y fortaleza.
Danos tu valor para que nuestra lealtad a la verdad y a Ti sea siempre lo bastante fuerte, para que podamos escaparnos de las prisiones en las que nosotros mismos nos hemos encerrado, que son nuestros miedos, vicios, excusas y complejos.
Acéptanos y haznos libres con la libertad que Tú mismo nos has traído. Danos fortaleza en nuestras dificultades y obstáculos, para que confiemos plenamente en Ti y en el Padre celestial, como lo hicieron los tres jóvenes de los que habla hoy tu palabra. Que seamos portadores de esperanza, de fe y de caridad. Amén.
Un muy fortalecedor miércoles bendecidos en tu amor y misericordia.
Meditación del Papa Francisco
Los doctores de la ley no entendían la alegría de la promesa; no entendían la alegría de la esperanza; no entendían la alegría de la alianza. ¡No entendían! No sabían ser felices, porque habían perdido el sentido de la felicidad, que solamente viene de la fe.
Nuestro padre Abraham ha sido capaz de ser feliz porque tenía fe: se ha hecho justo en la fe. Estos habían perdido la fe. ¡Eran doctores de la ley, pero sin fe! Y aún más: ¡habían perdido la ley! Porque el centro de la ley es el amor, el amor por Dios y por el prójimo. […]
Esta es la vida sin fe en Dios, sin confianza en Dios, sin esperanza en Dios. Y su corazón estaba petrificado. De este modo es triste ser creyente, sin alegría, y no hay alegría cuando no hay fe, cuando no hay esperanza, cuando no hay ley, sino solamente las prescripciones, la doctrina fría.
La alegría de la fe, la alegría del Evangelio es el criterio de la fe de una persona. Sin alegría esta persona no es un verdadero creyente. Abraham, vuestro padre, exultó en la esperanza de ver mi día. Lo vio y se llenó de alegría. Les exhorto a pedir al Señor la gracia de ser exultantes en la esperanza, la gracia de poder ver el día de Jesús cuando nos encontremos con Él y la gracia de la alegría. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 26 de marzo de 2015, en Santa Marta).