Te damos gracias por un nuevo despertar y un amanecer en tu bondad y misericordia, que nos comienza a hablar de Ti. Gracias por la vida, la salud y el bienestar con el que emprenderemos nuestras labores cotidianas. Ayúdanos a caminar en alegría y felicidad, sabiendo que estás a nuestro lado y en nuestros corazones.
Qué bellas palabras nos regalas en este día y que son perfectas para aquel que se ha levantado con pesimismo y con temor para afrontar esta jornada. Tú nos dices a todos, como dijiste a tus discípulos: «no tengáis miedo». Nos dices: «venid a mí, los cansados y agobiados». Hoy encontramos consuelo porque tus palabras contienen: la promesa del alivio que proviene de tu amor; alegría, porque hacen que el corazón manifieste la seguridad en la fe de tu promesa: «Yo os aliviaré»; Esperanzas, porque no nos defraudas: «aprended de Mí, que soy manso y humilde…».
Danos la gracia de comprender en tu palabra los motivos de servicio a nuestros hermanos y de solidaridad fraterna con quienes se encuentran en desánimo y desesperanza. Que podamos compartir sus cargas. Que no los miremos con superioridad, sino que los acojamos e integremos a nuestras vidas. Que lloremos con el que llora y riamos con el que ríe. Que consolemos. Que escuchemos. La carga es más ligera cuando tenemos tus sentimientos y tu amor. El amor es precisamente tu nombre. Bendícenos y protégenos hoy y siempre. Amén.
Un muy feliz y vocacional jueves. ÁNIMO, DIOS ESTÁ CON NOSOTROS: «VENGAN A MÍ LOS AGOBIADOS, YO LOS ALIVIARÉ». Busquemos el alivio que el Señor nos propone.
Los abrazo y los bendigo.
Palabra del Papa
Queridos hermanos y hermanas, hemos gustado la riqueza de esta oración de Jesús. Que también nosotros, con el don de su Espíritu, podamos dirigirnos a Dios en la oración, con confianza de hijos, invocándolo con el nombre de Padre, Abbá.
Pero debemos tener el corazón de los pequeños, de «los pobres en espíritu», para reconocer que no somos autosuficientes, que no podemos construir nuestra vida solos, que necesitamos de Dios, necesitamos encontrarle, escucharle y hablarle.
La oración nos abre a recibir el don de Dios, su sabiduría, que es Jesús mismo, para llevar a cabo la voluntad del Padre en nuestra vida y encontrar así reposo en las fatigas de nuestro camino. ¡Gracias! (Benedicto XVI, 7 de diciembre de 2011)