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13-jul.-2025, domingo de la 14.ª semana del T. O.

Dejarlo todo para acoger a quien lo necesita (el buen samaritano) y hacer bien el trabajo por amor (el posadero), son las dos formas de amar que nos corresponden

Día dedicado a tu amor y tu presencia en nuestros hermanos. Gracias porque nos permites abrir las ventanas de nuestro corazón y contemplar las maravillas de tu amor y ponernos a disposición para los hermanos que nos necesiten. 

No pasas de largo ante nosotros en nuestra pobreza y sufrimiento, sino que te acercas y te haces nuestro prójimo. Haz que nuestro corazón salga a buscar a los heridos y tumbados a la orilla del camino; y danos valor para entregarles nuestro tiempo y para levantarlos y cuidarlos hasta que se curen. Nos ayudas a recordar que todo el que está en necesidad es mi prójimo y que para alcanzar la vida eterna no es suficiente con saber que debemos amarte a Ti, al Padre celestial y al prójimo; sino que debemos testimoniarlo llevando a la práctica ese amor, incluso cuando nos es molesto o incómodo o cuando la otra persona nos ha hecho mal. 

Gracias, Señor, por abrir nuestro corazón y enseñarnos a ser buenos samaritanos: Hacer de buen samaritano significa cambiar los planes («llegó junto a él»), dedicar tiempo («cuidó de él»). Dejarlo todo para acoger a quien lo necesita (el buen samaritano) y hacer bien el trabajo por amor (el posadero), son las dos formas de amar que nos corresponden: «Vete y haz tú lo mismo» es tu invitación y tu voluntad. Fortalécenos para no tener la tentación de pasar de largo y ver las necesidades de nuestros hermanos incluso en los más cercanos: mi esposo, mi esposa, mis hijos, familiares o amigos que en muchas ocasiones son golpeados por la indiferencia o el olvido. Danos la capacidad de curar sus heridas con el VINO DEL CONSUELO Y EL ACEITE DE LA ESPERANZA. A Ti te alabamos, te bendecimos y te glorificamos. Amén.

Bendecido y descansado Domingo. 

LAS PALABRAS DE LOS PAPAS

 El Evangelio de este domingo se abre con la pregunta que un doctor de la Ley plantea a Jesús: «Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?» (Lc 10, 25). Sabiéndole experto en Sagrada Escritura, el Señor invita a aquel hombre a dar él mismo la respuesta, que de hecho este formula perfectamente citando los dos mandamientos principales: amar a Dios con todo el corazón, con toda la mente y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo. Entonces, el doctor de la Ley, casi para justificarse, pregunta: «Y ¿quién es mi prójimo?» (Lc 10, 29). Esta vez, Jesús responde con la célebre parábola del «buen samaritano» (cf. Lc 10, 30-37), para indicar que nos corresponde a nosotros hacernos «prójimos» de cualquiera que tenga necesidad de ayuda. (…) Este relato del Evangelio ofrece el «criterio de medida», esto es, «la universalidad del amor que se dirige al necesitado encontrado “casualmente” (cf. Lc 10, 31), quienquiera que sea» (Deus caritas est, 25). Junto a esta regla universal, existe también una exigencia específicamente eclesial: que «en la Iglesia misma como familia, ninguno de sus miembros sufra por encontrarse en necesidad». El programa del cristiano, aprendido de la enseñanza de Jesús, es un «corazón que ve» dónde se necesita amor y actúa en consecuencia (cf. ib, 31). (Benedicto XVI – Ángelus, 11 de julio de 2010)

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.